Como cirujana bariátrica, he acompañado a cientos de pacientes a lo largo de su camino hacia una vida más saludable. La cirugía es una herramienta poderosa, pero es solo una parte del proceso. El verdadero cambio ocurre en el día a día: en las decisiones, los hábitos, las emociones, y la forma en que nos relacionamos con nuestro cuerpo y la comida. Por eso, uno de los pilares más importantes en este proceso —y a veces subestimado— es el acompañamiento psicológico.
La cirugía bariátrica no solo transforma el cuerpo. También impacta profundamente en la identidad, las relaciones y la manera de enfrentar la vida. Muchas personas han vivido años —incluso décadas— con sobrepeso u obesidad, y eso deja huellas emocionales: baja autoestima, ansiedad, tristeza, o incluso trastornos de la conducta alimentaria. Cambiar el cuerpo sin trabajar lo que sentimos por dentro puede generar frustración o hacer más difícil mantener los logros a largo plazo.
Antes de entrar al quirófano, el psicólogo ayuda a evaluar si el paciente está emocionalmente preparado para los cambios que vendrán. ¿Hay expectativas realistas? ¿Se entiende que la cirugía no es una solución mágica? ¿Hay alguna historia de trastornos alimentarios, depresión o ansiedad que deba abordarse primero? Este paso es clave para el éxito a largo plazo.
Después de la cirugía, vienen etapas de adaptación: cambios en la alimentación, en la relación con el hambre y la saciedad, en el cuerpo, en la mirada de los demás. Algunas personas enfrentan miedo, culpa o incluso un “duelo” por despedirse de ciertos hábitos o identidades. El psicólogo brinda herramientas para transitar estos momentos con mayor estabilidad emocional y claridad.
El objetivo de la cirugía bariátrica no es solo bajar de peso: es recuperar calidad de vida, autonomía, bienestar. El acompañamiento psicológico ayuda a que los cambios no se vivan como un castigo, sino como elecciones conscientes. Enseña a reconectar con el cuerpo desde el cuidado, no desde la restricción o la culpa.